06 febrero, 2007

Cosas odiosas (I)

Inauguramos sección: cosas odiosas. Sección especialmente dedicada a aquellas tan comunes o tan poco comunes que, en mi caso en especial (y particular), odio hasta el punto de resultarme del todo insoportable.



Una de las cosas que más odio se produce con el caminar, cuando voy tranquilamente por la calle con la función de llegar a algún punto del mapa distinto al punto de partida. Lo que suele ser ir de un punto en concreto a otro en particular, como diría el argot popular. Bueno, la cuestión es que, cuando ando ,siempre lo hago en alguna pose, como bien hace la mayoría: bien mirando al suelo para evitar el posible pisamiento de excrementos (últimamente abundan en el suelo murciano), bien mirando a la gente que veo pasar ya sea que me encuentre con alguna cara conocida con la que charlar un rato y entretenerme unos segundos de angustioso y aburrido andar. El caso es que, en ninguna de ambas poses, me dedico a mirar arriba siendo como muy seguro lo siguiente: que te caiga una puta gota. Una puta gota de agua asquerosa ya sea de aire acondicionado o de regar las macetas. En ningún momento la ves venir y toca los huevos exagerado ya que, muy a nuestro pesar, Murcia está llena de gente guarra que deja que sus periféricos de apartamento goteen en la calle con lo que, en un simple paseo, puedes acabar calado a pesar de que haga una solera exagerada o que, simplemente, no llueva(situación meteorológica estándar de la capital murciana).

Existen métodos para descubrir si hay goteras del tipo. Como por ejemplo, en pose "esquivador de excrementos", puedes averiguar si gotea si aparece ante ti un charco enorme de agua. El gran problema es que en Murcia, en verano, el agua se evapora poco antes de llegar al suelo, con lo que se ve capaz de darte en el cogote pero no de formar el charco avisador.

Por esto, no resulta extraño ver cómo la gente va andando lo más alejada posible de la pared, no sea que le acierten. Sin embargo, las calles no sólo tienen un límite de densidad poblacional sino que encima, la mayoría, son más pequeñas que el grosor de mi pene (¿Qué queréis que os diga? Murcia tiene calles estrechas de pueblo como pocas ciudades más en España) con lo que esquivar las goteras inmundas de vecinos varios se convierte, en particular, en poco menos que una misión imposible.

Señores, a pesar del calor y el buen sol, sino quieren acabar calados como se suele acabar por culpa de estos enseres, mucho me temo que será vitalmente necesario llevar cada uno un paraguas todos los días de la semana. Sea que no os aviso, sobretodo ahora que se acerca el verano y se comienzan a encender los aparatostes de la regulación térmica intrahogareña (sea, los putos aires acondicionados).

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