19 diciembre, 2006

¡Peligro!¡Llega la Navidad!

Navidad, Navidad, dulce Na-Vidad. Lalalala, no sé qué, no sé cuántos más. ¡Eih!

Sí señores blogolectores, me da más que asco grima hablar de un tema tan risueño como es la temporada de Christmas o sease, en idioma Cristiano Católico Apostólico Romano, las Navidades. Y, a diferencia que cualquier otro año, en éste no se ha vuelto a adelantar debido a las constantes temperaturas veraniegas (gracias agujero de la capa de ozono o cercano cambio climático) que se han mantenido hasta bien entrados en Diciembre. Es que da palo vestirse de Papá Noel con esas temperaturas, con este calor mínimo que te da una insolación o algo parecido. El caso es que te desmayas, te caes, te rompes la cabeza y, cabeza rota en cuello, no es una buena forma de empezar el ya cercano año 2007. El caso es que hablaba de la Navidad.

Sí, la Navidad, esa temporada en la que los niños risueños zancalidean por las calles pegando botes y brincos ansiosos por saber qué les habrá traido algún barbudo (o el moreno, Baltasar, el negro de rabo largo metrosexual, el más guay de todos los regaladores), impacientes por abrir sus regalos aún sin haber llegado todavía. Oh, la Navidad, esa temporada en la que los no tan niños, como un servidor, se van dando cuenta, año tras año, lo caro que resulta la vida del regalador y lo insatisfactorio que es el esfuerzo realizado en la elección del regalo. Porque, a fin de cuentas, cada vez me doy más cuenta de que no hay mejor regalo que el que se regala uno a uno mismo, a pesar de que el esfuerzo monetario también sea propio. ¿Y realmente esto importa? En el momento te encanta, adoras el regalo, es gratis. ¡Es un gesto de amor! Pero en multitud de ocasiones se queda en un agradecido gesto que acaba cogiendo polvo en alguna esquina de algún cuarto de alguna zona oscura de la casa, y muy pocas resulta realmente útil o genial. Pero dejemos de ceñirnos en el apartado de los regalos que uno en estas cosas puede y suele meter la pata, sobretodo cuando en mi caso suelo salir mejor parado en mi faceta de regalado (el que recibe el regalo) excepto en el caso de algún familiar cuando se empeña en endiñarme algún que otro jersey o camiseta o similar de aspecto horrible (igualmente vale con que no me guste) que acaba, finalmente, sus días recluido en el fondo de algún cajón de mi armario. Y lo peor es que, en esos casos, aunque no te guste y te pregunten si te gusta sólo puedes dar un aprobado, pues cualquier otra respuesta SIEMPRE se la tomarán a mal. Ahora me llamaran egoista o exigente, lo que me faltaba..

Perdonad, que me estoy liando, estaba hablando de la Navidad, y todavía no he empezado a hablar realmente de lo que quería hablar. ¿Por qué asco más que grima? O algo así. Pues bien, porque es un tema tan simple y tan común que no me gusta tratar en un bitácora tan seria y tan alternative (vaya, que no, pero como voy de gafapasta tengo que ir que voy de alternativo, pero vamos, que es una bitacorilla de lo más corrientilla, sigo) como resulta ser ésta. No es porque no me guste la Navidad. Por supuesto que sí. ¿A quién no?¿A los que van de guays? "Pues tío, oye tío, yo creo que es una estúpida excusa, tío, para que los centros comerciales se forren a nuestra costa, o sea, tío." Pues claro que sí, pero ahora bien. ¿Qué no? El bando de la huerta una excusa para que se forren las empresas de bebidas con contenido etílico-espirituoso, el verano para que se forren los chiringuitos, las esquinas una excusa para que se forren las putas, y las discotecas los cantantes del momento. ¡Vaya! Pero resulta que la Navidad, en comparación y a diferencia de los anteriores, sólo tiene ventajas:

-.Para empezar, no te produce una resaca del quince (si no del dieciséis, funciona a pelotazo diario para paliar el frío nocturno).

-.No vas a la playa en estos días y, por tanto, no se te mete arena en los
gayumbos.

-.No te cuesta tanto dinero ni tanto follar (la gente tiene frío, repito) y encima no suele haber sorpresas inesperadas como les puede ocurrir a los que van de putis.

-.Y, las canciones navideñas, resultan más sanas para la salud mental (válgame sea la rebuznancia) que los atolondrados últimos éxitos de Bisbal o, bueno, cualquier otro que sea del mismo palo y que se escuche mucho, me faltan candidatos y nombres.

Y luego, por sí misma, también tiene un relativo montón de puñados de ventajas que la gente se deja en el tintero a la hora de juzgarla. Para empezar, son vacaciones, es un no trabajar continuo. ¿Qué problema hay en eso? La gente se vuelve mejor persona, se portan mejor con los demás. Burdas excusas para predicar la hipocresía en un leve intervalo de tiempo de dos semanas en todo el año. ¿Qué problema hay en ser bueno aunque sea poco tiempo?¿Qué problema hay en que me apetezca ayudar a un ciego a cruzar la acera?¿O hacer que una fea se sienta deseada por un cuerpo serrano como el mío, tirármela y hacerla feliz por vez única en su vida? Joder, me estoy poniendo pepino en este preciso instante, buf, creo que ha subido la temperatura. Pero bueno, el frío navideño, es lo que tiene, de él sólo se salvan los más pervertidos.


El caso, el caso es que yo quería hablar de la Navidad, quería decir algo, algo importante pero no sé lo que era lo que quería decir. De repente, se me ha olvidado. Es igual, ya lo diré cuando tenga algo que decir, espero que no sea dentro de mucho tiempo..

En fin, para todos los que me leen, sea ora mismo, sea de vez en cuando y cada vez menos, debido a la entrañable hipocresía a la que nos vemos sometidos, les deseo, a todos y cada uno, una FELIZ NAVIDAD Y PRÓSPERO AÑO NUEVO.


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